Obsérvate. Observa tu cuerpo. Observa cualquier mínima tensión en tu cuerpo… en las cervicales, en los lumbares, en la zona pélvica, en la zona digestiva.
El cuerpo no miente.
Estas tensiones son el reflejo de tus hábitos – conscientes e inconscientes – y normalmente señalizan que tu energía no fluye bien en tu cuerpo.
Observa también tu postura. ¿Tu espalda está bien estirada? ¿Tus hombros bien abiertos? ¿Tu cabeza y tu cuello bien alineados?
De no ser así, tu respiración será superficial y errática.
Ni la parte densa, ni la parte sutil del aire (el prana) fluirán correctamente por tu cuerpo – se quedarán estancados en su parte superior sin llegar a la zona de tu ombligo.
Entonces no conseguirás hacer respiraciones largas y profundas y podrás tener la sensación de falta de oxígeno.
¿Supongo que ya te habrá pasado – como a mí – verdad?
Pero no te preocupes.
Tomar consciencia de nuestras tensiones corporales y de nuestra postura es el primer paso para poder cambiar.
Tener una buena postura es primordial. Porque nuestra postura está directamente conectada a nuestra respiración y nuestra respiración influye directamente sobre nuestro estado mental e anímico.
Así que siempre está bien detenerse y observar la postura que tenemos a lo largo del día y rectificarla cuando sea necesario.
El Kundalini Yoga, llamado también yoga de la consciencia, nos ayuda a concienciarnos de esta sutil conexión cuerpo, mente, alma – y a librarnos de nuestros bloqueos físicos y mentales.
Eso nos permite adquirir un sentido de totalidad y adecuación a la acción – podemos así actuar de manera adecuada en nuestro día a día – sin tiempo y a tiempo.
Sat Nam
Gabrielle – Puranshant Kaur
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